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En el mundo de las ambigüedades: México frente a la guerra de Rusia contra Ucrania

Beata Wojna

Las ambigüedades caracterizan la posición de México frente la guerra de Rusia en Ucrania. Desde que inició surgieron titubeos y vacilaciones sobre cómo México debería situarse frente al conflicto que el 24 de febrero de este año se transformó en una invasión rusa al país vecino. La posición diplomática sólida, aunque con algunos puntos débiles, ha contrastado con la actitud de los representantes del ejecutivo y legislativo mexicano. Desde el punto de vista internacional, eso ha situado a México en el grupo de países que apoyan los puntos principales de condena a la invasión rusa en Ucrania, pero no están de acuerdo con la estrategia que emplea el Occidente -aislamiento de Rusia, sanciones económicas, envío de armamento-, para enfrentarse a esta guerra en el territorio europeo.

México intenta mantener distancia y neutralidad, como lo quieren presentar y/o ver muchos. Pero en la práctica, evita pronunciamientos o acciones que podrían dañar sus relaciones con Rusia más allá de lo imprescindible en estas circunstancias. La tradición multilateralista como contrapeso al poder de Estados Unidos, junto con el sentimiento prorruso, presente en diferentes grupos que hoy influyen en los procesos de toma de decisión en México, son las principales fuerzas que forjan la respuesta de México.

Como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, México, a través de su diplomacia construyó una posición basada en cuatro puntos: solución pacífica de conflictos, apoyo a la integridad territorial y soberanía de Ucrania, condena de la invasión rusa y ayuda humanitaria. Fue relativamente fácil mantenerla en la ONU, donde la mayoría de los países (140) se unieron para aprobar dos resoluciones en la Asamblea General: de condena de la invasión rusa a Ucrania (2 de marzo) y sobre ayuda humanitaria a la población ucraniana (24 de marzo), siendo esta última la propuesta de México y Francia.

Ahora bien, la abstención de México en la Asamblea General de la ONU en la votación del 7 de abril, sobre suspensión de la participación de Rusia en el Consejo de Derechos Humanos por violaciones de derechos humanos y del derecho internacional humanitario, demuestra que hay una línea roja en la posición mexicana que contrasta con el voto mayoritario latinoamericano. A favor de esta resolución votaron Argentina, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Guatemala, Honduras Perú, hubo tres votos en contra, de Bolivia, Cuba y Nicaragua, y se abstuvieron Mexico, Brasil y El Salvador. Contrasta también con la posición anterior de México al respecto: en 2011 México votó a favor de la suspensión de Libia en el Consejo de Derechos Humanos y en 2006 defendió la inserción del mecanismo de suspensión en esta institución. 

La Cancillería mexicana ha jugado un papel importante en la definición de la posición diplomática en la ONU. Sin embargo, las declaraciones no necesariamente han dado paso a acciones. Por ejemplo, la SRE rechazó llevar ayuda humanitaria a los refugiados ucranianos en el primer avión de la Fuerza Aérea Mexicana enviado a Rumanía para rescatar a los mexicanos que huían de Ucrania. Tampoco ofreció lugar a los ucranianos varados en México para regresarlos a Europa en el segundo avión enviado con el mismo fin. México no se sumó al grupo de los 41 países que solicitaron a la Corte Penal Internacional realizar una investigación sobre el caso de Ucrania, a pesar de que en sus declaraciones el representante mexicano insistió sobre la necesidad de una investigación imparcial realizada por el fiscal de esta institución. Queda por ver si México apoyará su propia resolución sobre ayuda humanitaria a Ucrania, con fondos en respuesta a la solicitud de la ONU.

La paradoja de México es que mantener la posición diplomática en el extranjero ha resultado más sencillo que hacerlo en casa. El presidente Lopez Obrador tardó más de treinta días en condenar de forma clara la invasión rusa a Ucrania. El mandatario no ha expresado solidaridad con el pueblo ucraniano ni ha propuesto la acogida de los refugiados ucranianos, como lo ha hecho durante la crisis de Afganistán en 2021, ofreciendo refugio a las mujeres afganas. Hubo también manifestaciones muy inoportunas de algunos miembros del gobierno (ej. secretario de Turismo sobre la amistad con las líneas aéreas rusas cuando estas estaban sancionadas en Europa). Parece que solo la Secretaría de Economía se salvó de las ambigüedades al proponer en marzo el control de las exportaciones de productos de uso dual a Rusia y a Bielorrusia. La iniciativa fue descartada, aunque parece que se está trabajando sobre su versión más suave.

A eso se suma el poder legislativo mexicano que sorprendió a muchos con su actitud muy confusa y alejada de la posición diplomática. La más criticada fue, sin duda, la creación del Grupo de Amistad México-Rusia en la Cámara de Diputados (23 de marzo) en plena invasión rusa a Ucrania. Pero tampoco deben escaparse la lentitud y la parcialidad del Senado mexicano en expresar su opinión sobre la guerra. En el pronunciamiento del 30 de marzo los senadores destacaron satisfacción con la resolución franco-mexicana sobre ayuda humanitaria a Ucrania, condenaron la invasión, pero en ninguna parte del documento del Senado mencionaron la palabra “Rusia”.   

La diferencia entre la posición diplomática y su reflejo en el interior no es una novedad en la política exterior mexicana. Hemos atestiguado en numerosas ocasiones en el pasado como las declaraciones e iniciativas presentadas en los foros internacionales sobre derechos humanos, migración, cambio climático, etc., han contrastado con su implementación en México. No obstante, parece que con la guerra de Rusia contra Ucrania la brecha entre lo exterior y lo interior se ha profundizado aún más. Diferentes actores del poder ejecutivo y legislativo han dado declaraciones que no coinciden plenamente o incluso distan de la posición diplomática de México.

Eso en sí no es bueno para el prestigio y la credibilidad de la diplomacia mexicana que ha hecho un esfuerzo por anclar la posición de México en el tradicional rechazo a las invasiones y en el apoyo de las soluciones diplomáticas a los conflictos, maniobrando al mismo tiempo para satisfacer las simpatías internas que Rusia tiene en México y no situarse demasiado cerca del invasor. No obstante, en el marco de la guerra de Rusia contra Ucrania no solamente del prestigio del servicio diplomático mexicano se trata. La ambigüedad de México puede tener también consecuencias en sus relaciones con el Occidente, donde se encuentran los principales socios de este país.

A los Estados Unidos y a los países de la Unión Europea, que constituyen la base de la coalición occidental de apoya a Ucrania, la posición mexicana les importa mucho. Las ambigüedades preocupan en una guerra que desde la perspectiva del Occidente es el momento definitorio para la seguridad europea y transatlántica, así como para el sistema internacional.

En lo que se refiere a Estados Unidos, hay que reconocer que durante mucho tiempo el vecino del Norte ha evitado “contaminar” las relaciones bilaterales con el tema de la invasión rusa. Era hasta sorprendente ver como el presidente Biden hablaba de la tragedia de la guerra y anunciaba sanciones contra Rusia mientras que el embajador estadounidense en México circulaba entre diferentes estados disfrutando de la simpatía de los mexicanos. El momento de cambio llegó con la creación del Grupo de Amistad México-Rusia que fue como un balde de agua fría para muchos que pensaban que hay límites que no se pueden sobrepasar. Fue lo que generó declaraciones abiertas de Ken Salazar sobre la necesidad de estar juntos en tiempos de guerra, así como revelaciones del general Glen D. VanHerck, en el Senado de los EUA, sobre el espionaje militar ruso en México.

La guerra es uno de los asuntos en los que no hay coincidencia plena entre México y los Estados Unidos, pero en estos momentos no es el tema más importante en la relación bilateral. Lo más probable es que Estados Unidos seguirá intentando mantener la guerra en los márgenes de la agenda bilateral, dando prioridad a la agenda energética. Asimismo, habrá presiones indirectas para que México no se convierta en un puente para Rusia dándole posibilidades a este país para brincarse las sanciones. Cierto papel jugará aquí también Canadá y su primer ministro Trudeau quien ya ha intentado incluir a México en las actividades de solidaridad con Ucrania.

Los europeos que viven muy de cerca lo que ocurre en Ucrania, subrayan con frecuencia que no hay tiempo para titubeos, hay que actuar y tener posiciones claras ya. Aunque ellos mismos no siempre pueden responder de forma unánime a la guerra, como lo demuestran las dificultades para imponer las sanciones energéticas a Rusia, no cabe duda de que para Europa la invasión rusa a Ucrania es tema existencial. De hecho, ahora hay solo una prioridad en las relaciones de la UE con México: “Ucrania, Ucrania y una vez más Ucrania”. La decepción por las ambigüedades de México es el sentimiento que predomina en la UE.

¿Tendrá esta situación influencia en el futuro de las relaciones entre México y la Unión Europa? No es descartable que la UE estará repensando sus relaciones con México, que desde el año 2008 es considerado el socio estratégico de esta organización. Importante resaltar que esta situación se suma a las tensiones de México con España, país miembro de esta organización, y a las críticas del presidente mexicano al Parlamento Europeo por su resolución sobre los asesinatos de los periodistas mexicanos. Probablemente el mismo ajuste podrá ocurrir en las relaciones de la UE con Brasil, llevando finalmente a la UE a concentrarse aún más en su vecindad y en las relaciones con África y Asia, en detrimento de los grandes países de Latinoamérica.

¿Qué puede ganar México con una posición ambigua frente a la guerra de Rusia contra Ucrania? No hay señales de que la actitud de México frente a la guerra está pensada para generar una nueva relación estratégica con otros países o regiones. A raíz de eso, tampoco se ha fortalecido el liderazgo de México en América Latina y el Caribe, y eso que representar a esta región en el Consejo de Seguridad de la ONU lo facilita bastante. Por lo pronto, no parece que se puede ganar mucho con las ambigüedades en un mundo donde la principal relación económica de México, en lo que al comercio y a las inversiones se refiere, es con Estados Unidos y con los países de la Unión Europea. Y ya ni hablar de Japón, Corea del Sur o Australia que se sumaron también a las sanciones impuestas a Rusia por el Occidente.

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Beata Wojna

Beata Wojna

Professor of International Relations, el Tecnológico de Monterrey (Mexico City)
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