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¿La Declaración de Antigua marcó un cambio de paradigma en la lucha contra la droga o no fue más que un enunciado de buenas intenciones?
El logro es que los países aceptan continuar el debate con la definición de espacios concretos para hacerlo. Se definen tres niveles para el debate: el local, el regional y el ámbito de la OEA, ya que se acuerda que el tema tiene que ser tratado en la Reunión de Ministros de Seguridad Pública que se realizará en Medellín en noviembre, en (la reunión de) la Comisión Interamericana para el Control del Abuso de Drogas (CICAD) en diciembre, y en la asamblea extraordinaria (de la OEA). El segundo tema es que se acepta que el problema de drogas es un tema de salud pública, que tiene que tener en cuenta los derechos humanos y se pone como criterio que el debate tiene que basarse en evidencia. Es la primera vez, además, que un encuentro hemisférico tiene como tema central las drogas. Ahora la cuestión es si esa hoja de ruta va a poder seguir adelante y en qué términos.
¿Estados Unidos ha abandonado la idea de una “guerra contra las drogas?
La última estrategia es más balanceada y por primera vez el presupuesto dedicado a prevención es más alto que el presupuesto dedicado a represión. Recientemente, después del anuncio del (Fiscal General) Eric Holder dando la instrucción a los fiscales de que se opte por medidas alternativas para los consumidores no problemáticos, se vuelve a insistir que el gobierno federal no tiene interés en parar lo de Colorado y Washington. Si uno escucha el discurso de Estados Unidos, la guerra contra las drogas ya no se usa como término, insisten mucho en las soluciones intermedias y en las medidas en el campo de la salud para frenar el consumo. Ahora, en el plano externo la mayoría de los recursos claramente están dedicados al uso represivo de la fuerza y una mínima parte está dedicada a la prevención. En ese ámbito las cosas cambian mucho más despacio.
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